Revela OMS alertas previas sobre brote
EXPERIMENTO : SIMULACRO DE "PANDEMIA DE INFLUENZA" EN MÉXICO
SI, SE DESLINDA PERO CORRESPONDE A LOS MISMOS INTERESES QUE FELIPE CALDERÓN TIENE CON LOS EMPRESARIOS DE LA SALUD.Autoridades mexicanas se reunieron con especialistas de la OMS y EU para discutir los casos de Oaxaca y California 9 días después del primer aviso.
Reporta organismo internacional numerosas alertas al Gobierno del País desde el 11 de abril
Inder Bugarin / Corresponsal reforma.com
Bruselas, Bélgica (2 mayo 2009).- La Organización Mundial de la Salud (OMS) avisó a México de casos inusuales de neumonía desde el 11 de abril, pero las autoridades respondieron que se trataban de incidentes menores, según un reporte presentado en Ginebra.
Seis días más tarde, las autoridades mexicanas volvieron a desestimar una nueva alerta de la OMS sobre un caso preocupante en Oaxaca, de acuerdo con la cronología de eventos relacionados a la identificación de la influenza A H1N1, presentada en Ginebra por Michael Ryan, director de la división de la OMS para la Alerta y Respuesta Global.
"No criticaré al Gobierno de México; ya está enfrentando una compleja situación y una difícil pandemia", declaró Ryan, en un intento por matizar la tardía respuesta de las autoridades mexicanas.
Según el experto, el 10 de abril, la Red de Información de Salud Pública Global (GPHIN por sus siglas en inglés), una instancia creada por la Agencia de Salud Pública de Canadá para alertar de posibles brotes en cualquier parte del mundo, envió un reporte a la oficina para las Américas de la OMS del rumor de un síndrome inusual en México.
El 11 de abril la OMS demandó a México la verificación de los datos.
La respuesta llegó al día siguiente en un informe en el que se daba por cerrado el caso, destacando que nadie había muerto y los pacientes se recuperaban.
"Para nosotros era inusual porque tenía lugar al final de la época de influenza", destacó Ryan.
El 16 de abril, otro rumor fue identificado en los medios de comunicación por la oficina de la OMS en México, el de un caso atípico de neumonía en Oaxaca.
Al día siguiente, Ginebra pidió información a las autoridades mexicanas de este caso presuntamente relacionado al corona-virus, causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS).
"Dos horas y media más tarde, México respondió con un reporte de que no se trataba de un brote, que se trataba de un caso solitario de neumonía severa en una mujer de edad media".
Fue hasta el 20 de abril, cuando en una teleconferencia, las autoridades mexicanas finalmente se reunieron con especialistas de la OMS y la Agencia estadounidense para el Control de Enfermedades (CDC), para discutir el caso de Oaxaca y los identificados en California el 19 de abril.
El Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades alertó a la Organización Panamericana de la Salud el 16 de abril sobre una cifra alarmante de casos de influenza y de neumonías atípicas en México, aseguró el médico Miguel Ángel Lezana, director del instituto.
Sin embargo, aseguró, no se tomó ninguna medida sino 8 días más tarde, cuando la OMS indicó que estaba "muy, muy preocupada" de que el brote pudiera convertirse en una pandemia.
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La economía porcina
Mario Di Costanzo Armenta
No cabe la menor duda de que nuestro país atraviesa por una emergencia extremadamente delicada, ya que a la precaria situación económica se ha sumado la amenaza real de una enfermedad que, sin ser mortal per se, ha puesto de cabeza a todos los mexicanos.
Más aún: durante los últimos días se ha difundido una amplia gama de información que va desde la que explica en qué consiste la llamada “influenza porcina”, su sintomatología, sus mecanismos de contagio, su detección y su tratamiento, pasando por la que califica las medidas adoptadas tanto por el gobierno federal como por autoridades estatales, hasta la que señala que ya algún laboratorio desde principios de abril había advertido de la aparición de este virus.
Mas allá de debatir lo anterior, debemos preguntarnos por qué razón una enfermedad que no es mortal, si se detecta a tiempo, está matando gente en México.
De esta manera, lo primero que el sentido común nos dice es que o se carece de la infraestructura para detectarla a tiempo o bien no se cuenta con los medicamentos para combatirla, aunque en este último punto las diferentes autoridades han señalado que existe un abasto suficiente de retrovirales, los cuales se están administrando como medicamentos “controlados”, es decir, bajo estricta supervisión médica.
Luego entonces, algún inepto como yo se pregunta: ¿si tenemos los medicamentos, conocemos la sintomatología, el problema se reduce a detectar a tiempo la enfermedad, combatirla y evitar que esta se propague, por qué la amenaza de pandemia?
Y lo que parece tan simple se complica demasiado por la sencilla razón de que, dentro del proceso descrito en el párrafo anterior, aparecen problemas para detectar dicha enfermedad o para que la gente tenga un acceso expedito y a tiempo al tratamiento de dicho padecimiento.
Así, y dada mi ineptitud, me puse a revisar el “presupuesto” que se ha destinado a la Secretaría de Salud durante los últimos cuatro años y en qué se ha gastado. En un principio me emocioné cuando advertí que entre el 2006 y el 2009 el presupuesto de ésta dependencia se incrementó en 42 mil 681 millones de pesos, al pasar de 42 mil 355 millones en el 2006 a 85 mil 36 millones para el 2009.
Entonces procedí a revisar en qué se había gastado tanto dinero de los contribuyentes. Lo primero que observé es que más de 60% de ese incremento, es decir, 28 mil 911 millones de pesos, se destinaron al llamado “seguro popular” que, como se ha venido sosteniendo, ni es “seguro” (ya que nunca hay medicinas para los que recurren a él), ni mucho menos “popular” (ya que en muchos casos hay que pagar para tener acceso a sus servicios, además de que en gran parte de los casos, sobre todo en el sector rural, sus instalaciones se asemejan más a dispensarios médicos que a clínicas bien equipadas, cuando estas existen).
En segundo lugar, advertí que el pago de servicios personales (“salarios”) se había incrementado durante el período mencionado en cinco mil 230 millones de pesos, y que la inversión física total (como pueden ser laboratorios para detectar enfermedades, hospitales, etc.) representó entre esos cuatro años sólo 5% del presupuesto acumulado, y que prácticamente la totalidad de esta inversión fue aprobada para el 2009, es decir, que apenas este año se va o se está realizando.
Por si esto fuera poco, pude observar que dentro de los organismos del Sector Salud, al Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, durante los años 2006 y 2007 se le asignaron precarios presupuestos, de 314 y 450 millones de pesos respectivamente, y para el 2008 su asignación presupuestaria ascendió a un mil 329 millones de pesos, de los cuales 723.8 millones de pesos fueron destinados a un rubro denominado “otros gastos corrientes” y para 2009 se redujo su presupuesto a un mil 149 millones de los cuales sólo 14.8 millones fueron para inversión física.
Al ver estas cifras, y pese a ser no ser infectólogo, me preocupé, ya que lo que yo veo es que una parte del problema no es de origen virulento, sino presupuestario.
Es decir, que un virus que en principio no es mortal a decir de las autoridades, se ha vuelto mortal por razones de infraestructura, de ineficiencia en su detección, de falta de prontitud en la atención, de escasa cobertura y difícil acceso a servicios de salud.
Yo no descarto, en virtud de que se han dado casos en el mundo, la posibilidad real de que surjan enfermedades incurables o mortales. De hecho, la ciencia aún no puede curar algunos tipos de cáncer, o el VIH, o el SARS. Lo que en este caso es inadmisible es que una enfermedad atendible, o curable si se detecta a tiempo, este resultando mortal para los mexicanos.
Por ello, no deben sorprendernos las medidas sanitarias que hasta ahora se han tomado ante la emergencia, por lo que entre nosotros, los ciudadanos, debemos atenderlas de manera estricta, responsable y solidariamente.
Pero también debemos cuestionar a las autoridades sobre los resultados de la política de salud de este país, ya que en este renglón tal pareciera que lo que se ha buscado es desmantelar la función del estado, al igual que se ha hecho con la educación pública, pero también en el sector energético, o en el alimentario.
Esto hipótesis se fortalece si observamos que por ejemplo, en las modificaciones que se han realizado tanto a la ley del ISSSTE como a la del IMSS, se han esgrimido argumentos financieros y no de atención, prevención, eficacia y eficiencia médica.
Es decir, que esta “emergencia médica” es otra manifestación del fracaso absoluto de nuestra política de gasto en materia de salud, misma que ha sido dirigida por los preceptos más ortodoxos del Fondo Monetario Internacional (FMI), por ello, el origen mismo del problema lo debemos encontrar en el pasado, y no en la emergencia, ya que al menos en nuestro país, la crisis de la “influenza porcina” es resultado de una “economía porcina”, que ha buscado a través de la salud del pueblo, mas resultados electorales, que seguridad, eficiencia y eficacia.
kikka-roja.blogspot.com/
Seis días más tarde, las autoridades mexicanas volvieron a desestimar una nueva alerta de la OMS sobre un caso preocupante en Oaxaca, de acuerdo con la cronología de eventos relacionados a la identificación de la influenza A H1N1, presentada en Ginebra por Michael Ryan, director de la división de la OMS para la Alerta y Respuesta Global.
"No criticaré al Gobierno de México; ya está enfrentando una compleja situación y una difícil pandemia", declaró Ryan, en un intento por matizar la tardía respuesta de las autoridades mexicanas.
Según el experto, el 10 de abril, la Red de Información de Salud Pública Global (GPHIN por sus siglas en inglés), una instancia creada por la Agencia de Salud Pública de Canadá para alertar de posibles brotes en cualquier parte del mundo, envió un reporte a la oficina para las Américas de la OMS del rumor de un síndrome inusual en México.
El 11 de abril la OMS demandó a México la verificación de los datos.
La respuesta llegó al día siguiente en un informe en el que se daba por cerrado el caso, destacando que nadie había muerto y los pacientes se recuperaban.
"Para nosotros era inusual porque tenía lugar al final de la época de influenza", destacó Ryan.
El 16 de abril, otro rumor fue identificado en los medios de comunicación por la oficina de la OMS en México, el de un caso atípico de neumonía en Oaxaca.
Al día siguiente, Ginebra pidió información a las autoridades mexicanas de este caso presuntamente relacionado al corona-virus, causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS).
"Dos horas y media más tarde, México respondió con un reporte de que no se trataba de un brote, que se trataba de un caso solitario de neumonía severa en una mujer de edad media".
Fue hasta el 20 de abril, cuando en una teleconferencia, las autoridades mexicanas finalmente se reunieron con especialistas de la OMS y la Agencia estadounidense para el Control de Enfermedades (CDC), para discutir el caso de Oaxaca y los identificados en California el 19 de abril.
El Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades alertó a la Organización Panamericana de la Salud el 16 de abril sobre una cifra alarmante de casos de influenza y de neumonías atípicas en México, aseguró el médico Miguel Ángel Lezana, director del instituto.
Sin embargo, aseguró, no se tomó ninguna medida sino 8 días más tarde, cuando la OMS indicó que estaba "muy, muy preocupada" de que el brote pudiera convertirse en una pandemia.
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La economía porcina
Mario Di Costanzo Armenta
No cabe la menor duda de que nuestro país atraviesa por una emergencia extremadamente delicada, ya que a la precaria situación económica se ha sumado la amenaza real de una enfermedad que, sin ser mortal per se, ha puesto de cabeza a todos los mexicanos.
Más aún: durante los últimos días se ha difundido una amplia gama de información que va desde la que explica en qué consiste la llamada “influenza porcina”, su sintomatología, sus mecanismos de contagio, su detección y su tratamiento, pasando por la que califica las medidas adoptadas tanto por el gobierno federal como por autoridades estatales, hasta la que señala que ya algún laboratorio desde principios de abril había advertido de la aparición de este virus.
Mas allá de debatir lo anterior, debemos preguntarnos por qué razón una enfermedad que no es mortal, si se detecta a tiempo, está matando gente en México.
De esta manera, lo primero que el sentido común nos dice es que o se carece de la infraestructura para detectarla a tiempo o bien no se cuenta con los medicamentos para combatirla, aunque en este último punto las diferentes autoridades han señalado que existe un abasto suficiente de retrovirales, los cuales se están administrando como medicamentos “controlados”, es decir, bajo estricta supervisión médica.
Luego entonces, algún inepto como yo se pregunta: ¿si tenemos los medicamentos, conocemos la sintomatología, el problema se reduce a detectar a tiempo la enfermedad, combatirla y evitar que esta se propague, por qué la amenaza de pandemia?
Y lo que parece tan simple se complica demasiado por la sencilla razón de que, dentro del proceso descrito en el párrafo anterior, aparecen problemas para detectar dicha enfermedad o para que la gente tenga un acceso expedito y a tiempo al tratamiento de dicho padecimiento.
Así, y dada mi ineptitud, me puse a revisar el “presupuesto” que se ha destinado a la Secretaría de Salud durante los últimos cuatro años y en qué se ha gastado. En un principio me emocioné cuando advertí que entre el 2006 y el 2009 el presupuesto de ésta dependencia se incrementó en 42 mil 681 millones de pesos, al pasar de 42 mil 355 millones en el 2006 a 85 mil 36 millones para el 2009.
Entonces procedí a revisar en qué se había gastado tanto dinero de los contribuyentes. Lo primero que observé es que más de 60% de ese incremento, es decir, 28 mil 911 millones de pesos, se destinaron al llamado “seguro popular” que, como se ha venido sosteniendo, ni es “seguro” (ya que nunca hay medicinas para los que recurren a él), ni mucho menos “popular” (ya que en muchos casos hay que pagar para tener acceso a sus servicios, además de que en gran parte de los casos, sobre todo en el sector rural, sus instalaciones se asemejan más a dispensarios médicos que a clínicas bien equipadas, cuando estas existen).
En segundo lugar, advertí que el pago de servicios personales (“salarios”) se había incrementado durante el período mencionado en cinco mil 230 millones de pesos, y que la inversión física total (como pueden ser laboratorios para detectar enfermedades, hospitales, etc.) representó entre esos cuatro años sólo 5% del presupuesto acumulado, y que prácticamente la totalidad de esta inversión fue aprobada para el 2009, es decir, que apenas este año se va o se está realizando.
Por si esto fuera poco, pude observar que dentro de los organismos del Sector Salud, al Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades, durante los años 2006 y 2007 se le asignaron precarios presupuestos, de 314 y 450 millones de pesos respectivamente, y para el 2008 su asignación presupuestaria ascendió a un mil 329 millones de pesos, de los cuales 723.8 millones de pesos fueron destinados a un rubro denominado “otros gastos corrientes” y para 2009 se redujo su presupuesto a un mil 149 millones de los cuales sólo 14.8 millones fueron para inversión física.
Al ver estas cifras, y pese a ser no ser infectólogo, me preocupé, ya que lo que yo veo es que una parte del problema no es de origen virulento, sino presupuestario.
Es decir, que un virus que en principio no es mortal a decir de las autoridades, se ha vuelto mortal por razones de infraestructura, de ineficiencia en su detección, de falta de prontitud en la atención, de escasa cobertura y difícil acceso a servicios de salud.
Yo no descarto, en virtud de que se han dado casos en el mundo, la posibilidad real de que surjan enfermedades incurables o mortales. De hecho, la ciencia aún no puede curar algunos tipos de cáncer, o el VIH, o el SARS. Lo que en este caso es inadmisible es que una enfermedad atendible, o curable si se detecta a tiempo, este resultando mortal para los mexicanos.
Por ello, no deben sorprendernos las medidas sanitarias que hasta ahora se han tomado ante la emergencia, por lo que entre nosotros, los ciudadanos, debemos atenderlas de manera estricta, responsable y solidariamente.
Pero también debemos cuestionar a las autoridades sobre los resultados de la política de salud de este país, ya que en este renglón tal pareciera que lo que se ha buscado es desmantelar la función del estado, al igual que se ha hecho con la educación pública, pero también en el sector energético, o en el alimentario.
Esto hipótesis se fortalece si observamos que por ejemplo, en las modificaciones que se han realizado tanto a la ley del ISSSTE como a la del IMSS, se han esgrimido argumentos financieros y no de atención, prevención, eficacia y eficiencia médica.
Es decir, que esta “emergencia médica” es otra manifestación del fracaso absoluto de nuestra política de gasto en materia de salud, misma que ha sido dirigida por los preceptos más ortodoxos del Fondo Monetario Internacional (FMI), por ello, el origen mismo del problema lo debemos encontrar en el pasado, y no en la emergencia, ya que al menos en nuestro país, la crisis de la “influenza porcina” es resultado de una “economía porcina”, que ha buscado a través de la salud del pueblo, mas resultados electorales, que seguridad, eficiencia y eficacia.