En las últimas semanas hemos presenciado cómo el sistema financiero internacional ha sufrido el episodio de mayor inestabilidad, volatilidad y pérdidas económicas desde la década de los treinta del siglo pasado, cuando se vivió la Gran Depresión. Lo que ahora sucede es que el propio sistema está más conectado que nunca y, por tanto, su impacto se ha hecho global. Las pérdidas financieras retrasarán en buena medida el desarrollo de la economía mundial y postergarán la disminución de la pobreza. Al final del camino, la economía del libre mercado necesitará del Estado -gobiernos- para salir nuevamente de su crisis, sin que lo haya podido hacer por sí misma, tal y como ocurrió en los treinta. Hay que reconocerlo, la innovación financiera motivada por una búsqueda creciente por aumentar a toda costa las ganancias financieras en el mundo moderno, son en buena media las razones de fondo que han generado la crisis a la que se enfrenta el mundo capitalista. Ésa es quizás la primera lección.
Más que querer ofrecer mejores servicios financieros a la gente común, los bancos de inversión, a la cabeza, y los comerciales, detrás, así como otro tipo de instituciones financieras -aseguradoras, casas de bolsa, etcétera-, han mostrado un afán desmedido por aumentar sus ganancias económicas y los ingresos de sus accionistas, en un entorno de supervivencia en el mercado. Esta motivación, en ocasiones especulativa con laxitud en la disciplina prudencial, provocó lo que todos conocemos como el efecto subprime, que ahora se extiende rápidamente a otros segmentos del ámbito financiero: seguros y créditos comerciales. Cuál será el resultado final y hasta dónde llegará, así como cuánto será su costo, no se podrá saber en el mediano plazo. Hasta la fecha, el corte oscila en 953 mil millones de dólares, a los que se suman los 85 mil millones para el rescate de la aseguradora AIG, los 180 mil millones de inyección de liquidez que los países desarrollados otorgaron al sistema la semana pasada y el plan de rescate Bush, que asciende a 700 mil millones de dólares. Estamos ante un suceso que se acerca a lo trillonario.
Una siguiente lección, de haberse conducido con prudencia, calma y hasta con mayor ética, buena parte de las instituciones financieras estarán en los aprietos de ahora y estos recursos podrían estar siendo destinados a fomentar la productividad y el desarrollo de muchos países, con impacto directo en sus pueblos. Sin embargo, ahora se está en el pago de los platos rotos.
Las reglas del mercado y los inversionistas -dueños del dinero- no tienen las herramientas necesarias para corregir sus propios errores y, en ocasiones, no quieren hacerlo. El Estado, con recursos fiscales de su gente, tendrá que hacerlo tal y como ha sucedido en al menos 60 ocasiones distintas, como en Japón, EU y México en su momento. Lo que llama la atención es la forma y la velocidad en que EU ha reaccionado con la intención de solucionar el problema que comenzó en su nación y en su sistema. Con este país, la Unión Europea, Japón, Canadá y Suiza se han sumado y pronto otras naciones como China y Rusia lo harán, así hasta que todas las naciones involucradas lo hagan. El sistema financiero islámico estará exento de esto por ser distinto al occidental, al igual que el africano, aunque esto por estar completamente excluido. Una vez que se tomó la decisión en cuestión de horas, el gobierno de EU y su Congreso actuaron de forma unida, coordinada y sin vacilación. Un día por la tarde, las autoridades financieras de EU y su Congreso se reunieron y a la mañana siguiente estaban los recursos listos, la legislación correspondiente y la institución encargada que hará la compra de cartera en problemas -Fobaproa o IPAB-; sin embargo, en México han pasado 18 años y el Congreso no se ha puesto de acuerdo con el gobierno para dar punto final a la crisis similar que vivimos en su momento.
La reacción inmediata es crucial para evitar un colapso mayor, al igual que el cierre de filas sin cortapisas entre las autoridades y sus legisladores es una lección más. Como de costumbre, ahora los políticos y los agentes del mercado claman por mayor regulación y mayor supervisión para evitar una nueva crisis cuando ésta aún no va a la mitad del camino. Las justificaciones y recriminaciones van y vienen. Lo cierto es que el mercado no tuvo las herramientas para resolver este desafortunado hecho. A los dueños del capital les surgió una exacerbada e inusual aversión al riesgo, la cual no tenían hace un año con lo que esconden su dinero. Al Estado le toca dar la cara, los recursos y las soluciones. Seguramente habrá nuevas regulaciones y con suerte castigos a los responsables, pero al final la gente común, vía sus impuestos, también cargará con parte de la responsabilidad. Sería muy recomendable que en el ejercicio de autocrítica que deberá existir se exija al mundo financiero menor ambición y más ética en su actuar, ésa es la principal lección. * Investigador, socio de IDN Consultoría, profesor del Tec de Monterrey y la Universidad Iberoamericana
drcamartinez@hotmail.com
Más que querer ofrecer mejores servicios financieros a la gente común, los bancos de inversión, a la cabeza, y los comerciales, detrás, así como otro tipo de instituciones financieras -aseguradoras, casas de bolsa, etcétera-, han mostrado un afán desmedido por aumentar sus ganancias económicas y los ingresos de sus accionistas, en un entorno de supervivencia en el mercado. Esta motivación, en ocasiones especulativa con laxitud en la disciplina prudencial, provocó lo que todos conocemos como el efecto subprime, que ahora se extiende rápidamente a otros segmentos del ámbito financiero: seguros y créditos comerciales. Cuál será el resultado final y hasta dónde llegará, así como cuánto será su costo, no se podrá saber en el mediano plazo. Hasta la fecha, el corte oscila en 953 mil millones de dólares, a los que se suman los 85 mil millones para el rescate de la aseguradora AIG, los 180 mil millones de inyección de liquidez que los países desarrollados otorgaron al sistema la semana pasada y el plan de rescate Bush, que asciende a 700 mil millones de dólares. Estamos ante un suceso que se acerca a lo trillonario.
Una siguiente lección, de haberse conducido con prudencia, calma y hasta con mayor ética, buena parte de las instituciones financieras estarán en los aprietos de ahora y estos recursos podrían estar siendo destinados a fomentar la productividad y el desarrollo de muchos países, con impacto directo en sus pueblos. Sin embargo, ahora se está en el pago de los platos rotos.
Las reglas del mercado y los inversionistas -dueños del dinero- no tienen las herramientas necesarias para corregir sus propios errores y, en ocasiones, no quieren hacerlo. El Estado, con recursos fiscales de su gente, tendrá que hacerlo tal y como ha sucedido en al menos 60 ocasiones distintas, como en Japón, EU y México en su momento. Lo que llama la atención es la forma y la velocidad en que EU ha reaccionado con la intención de solucionar el problema que comenzó en su nación y en su sistema. Con este país, la Unión Europea, Japón, Canadá y Suiza se han sumado y pronto otras naciones como China y Rusia lo harán, así hasta que todas las naciones involucradas lo hagan. El sistema financiero islámico estará exento de esto por ser distinto al occidental, al igual que el africano, aunque esto por estar completamente excluido. Una vez que se tomó la decisión en cuestión de horas, el gobierno de EU y su Congreso actuaron de forma unida, coordinada y sin vacilación. Un día por la tarde, las autoridades financieras de EU y su Congreso se reunieron y a la mañana siguiente estaban los recursos listos, la legislación correspondiente y la institución encargada que hará la compra de cartera en problemas -Fobaproa o IPAB-; sin embargo, en México han pasado 18 años y el Congreso no se ha puesto de acuerdo con el gobierno para dar punto final a la crisis similar que vivimos en su momento.
La reacción inmediata es crucial para evitar un colapso mayor, al igual que el cierre de filas sin cortapisas entre las autoridades y sus legisladores es una lección más. Como de costumbre, ahora los políticos y los agentes del mercado claman por mayor regulación y mayor supervisión para evitar una nueva crisis cuando ésta aún no va a la mitad del camino. Las justificaciones y recriminaciones van y vienen. Lo cierto es que el mercado no tuvo las herramientas para resolver este desafortunado hecho. A los dueños del capital les surgió una exacerbada e inusual aversión al riesgo, la cual no tenían hace un año con lo que esconden su dinero. Al Estado le toca dar la cara, los recursos y las soluciones. Seguramente habrá nuevas regulaciones y con suerte castigos a los responsables, pero al final la gente común, vía sus impuestos, también cargará con parte de la responsabilidad. Sería muy recomendable que en el ejercicio de autocrítica que deberá existir se exija al mundo financiero menor ambición y más ética en su actuar, ésa es la principal lección. * Investigador, socio de IDN Consultoría, profesor del Tec de Monterrey y la Universidad Iberoamericana
drcamartinez@hotmail.com
SI ESTO DICEN LOS NEOLIBERALES PARA JUSTIFICAR SU DOCTRINA, CREO QUE YA CHUPARON FAROS.
LADRONES E INCOMPETENTES, LOS NEOLIBERALES ASI TENÍAN QUE ACABAR.
Kikka Roja
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