Es imposible evitar una mayor disminución del producto, defender el ingreso popular e impedir un desempleo galopante sin incrementar el gasto público en inversiones productivas. Esto lo sabe Barack Obama y, por ello, propone un bono de 850 mil millones de dólares (casi doce millones de millones de pesos), la mayor parte de déficit público adicional, además del rescate financiero por 700 mil millones de dólares ya autorizado por el Congreso de Estados Unidos.
En México, Calderón no propone nada al Congreso. Nomás anuncia que el gobierno gastará 50 por ciento más en el primer semestre que lo erogado en el mismo lapso del 2008, lo cual no afecta el gasto total anual ni será muy difícil lograrlo ya que en los primeros seis meses del año pasado el gobierno casi no erogó nada más allá de pagos corrientes e intereses de la deuda.
Nadie parece estar en México satisfecho con los anuncios de Calderón. Casi todos quisieran un mayor gasto de inversión, lo cual sólo se puede obtener, ahora mismo, de dos formas: abatir el gasto innecesario del gobierno y aumentar el déficit público. Lo mejor sería hacerlo a través de ambos instrumentos. Pero Calderón no quiere ni hablar del asunto. Así no se puede ir a ninguna parte.
El otro problema, ligado al anterior, es el de la disminución de los impuestos al ingreso. La mayoría de la gente no saldría beneficiada porque ni siquiera paga tasas reales. A la clase media podría beneficiar y, sobre todo, a los capitalistas, mas tal rebaja llevaría por fuerza a un mayor endeudamiento pero sin más obra pública que pudiera proyectar sus efectos en el conjunto de la economía.
En 2009 no se alcanzará la meta de ingresos federales prevista en la ley. ¿Qué hará Calderón? De seguro que va a aumentar el déficit. Pero hoy no lo hace. Se espera a que la baja recaudación se lo imponga para sostener su enorme gasto corriente. Entonces vamos a tener más deuda pública sólo para pagar sueldos: esto no lo permite la Constitución. Mientras tanto, el gobierno se niega a elaborar nuevos proyectos para disparar la inversión pública como tendría que hacerlo todo líder político con una mínima visión de la realidad.
No es lo mismo enfrentar una recesión mundial desde el 7 por ciento de crecimiento que desde el dos, como lo está haciendo México. Se espera, por ejemplo, que la economía brasileña crezca dos puntos y que la mexicana decrezca al menos un punto. Por esto, nuestro país tiene que recurrir a inversiones anticipadas, urgentes, productivas y crecientes.
Pero además existe otro problema: los salarios. Si éstos siguen bajando en términos reales, la industria que produce principalmente para los asalariados y que está reduciendo sus ventas al exterior, se verá en mayores problemas. El gobierno de Calderón ha decidido bajar los salarios reales y, de esa manera, atizar la recesión y el consecuente desempleo.
Así, quien se presentó como el candidato del empleo se ha convertido en el gobernante del desempleo. Dicen los panistas que la crisis no es culpa de Calderón pues ésta llegó de fuera, pero lo que callan es que los autores de la crisis están respondiendo mejor, aunque tampoco sea suficiente. Además, eso de que la crisis vino de Estados Unidos es una verdad a medias: el estancamiento en el que estaba la economía mexicana es un factor interno de esa misma crisis. Ya no se habla del catarro sino de las consecuencias de la pulmonía.
pgomez@milenio.comEn México, Calderón no propone nada al Congreso. Nomás anuncia que el gobierno gastará 50 por ciento más en el primer semestre que lo erogado en el mismo lapso del 2008, lo cual no afecta el gasto total anual ni será muy difícil lograrlo ya que en los primeros seis meses del año pasado el gobierno casi no erogó nada más allá de pagos corrientes e intereses de la deuda.
Nadie parece estar en México satisfecho con los anuncios de Calderón. Casi todos quisieran un mayor gasto de inversión, lo cual sólo se puede obtener, ahora mismo, de dos formas: abatir el gasto innecesario del gobierno y aumentar el déficit público. Lo mejor sería hacerlo a través de ambos instrumentos. Pero Calderón no quiere ni hablar del asunto. Así no se puede ir a ninguna parte.
El otro problema, ligado al anterior, es el de la disminución de los impuestos al ingreso. La mayoría de la gente no saldría beneficiada porque ni siquiera paga tasas reales. A la clase media podría beneficiar y, sobre todo, a los capitalistas, mas tal rebaja llevaría por fuerza a un mayor endeudamiento pero sin más obra pública que pudiera proyectar sus efectos en el conjunto de la economía.
En 2009 no se alcanzará la meta de ingresos federales prevista en la ley. ¿Qué hará Calderón? De seguro que va a aumentar el déficit. Pero hoy no lo hace. Se espera a que la baja recaudación se lo imponga para sostener su enorme gasto corriente. Entonces vamos a tener más deuda pública sólo para pagar sueldos: esto no lo permite la Constitución. Mientras tanto, el gobierno se niega a elaborar nuevos proyectos para disparar la inversión pública como tendría que hacerlo todo líder político con una mínima visión de la realidad.
No es lo mismo enfrentar una recesión mundial desde el 7 por ciento de crecimiento que desde el dos, como lo está haciendo México. Se espera, por ejemplo, que la economía brasileña crezca dos puntos y que la mexicana decrezca al menos un punto. Por esto, nuestro país tiene que recurrir a inversiones anticipadas, urgentes, productivas y crecientes.
Pero además existe otro problema: los salarios. Si éstos siguen bajando en términos reales, la industria que produce principalmente para los asalariados y que está reduciendo sus ventas al exterior, se verá en mayores problemas. El gobierno de Calderón ha decidido bajar los salarios reales y, de esa manera, atizar la recesión y el consecuente desempleo.
Así, quien se presentó como el candidato del empleo se ha convertido en el gobernante del desempleo. Dicen los panistas que la crisis no es culpa de Calderón pues ésta llegó de fuera, pero lo que callan es que los autores de la crisis están respondiendo mejor, aunque tampoco sea suficiente. Además, eso de que la crisis vino de Estados Unidos es una verdad a medias: el estancamiento en el que estaba la economía mexicana es un factor interno de esa misma crisis. Ya no se habla del catarro sino de las consecuencias de la pulmonía.
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