El pacto
El viraje profundo de la política del gobierno de facto ante los cárteles del narcotráfico constituye una nueva derrota de Felipe Calderón, quien ha perdido casi todo su poder de mando.
1. El pacto promovido por la Secretaría de la Defensa Nacional, que habrían efectuado los representantes de los principales cárteles del narcotráfico en diciembre de 2008 acordando “una tregua indefinida”, revelado por el periódico sinaloense Ríodoce el 11 de enero y comentado en Proceso 1682 del día 25, y que está teniendo un alcance nacional que se refleja en una notoria disminución de la violencia, constituye un abandono del gobierno de facto de las políticas que le había impuesto la administración de Bush para hundir a México en la violencia y una derrota personal de Calderón en su intento por paquistanizar México y poder entregar a Washington el pleno control estratégico del territorio nacional.
2. El “pacto entre los cárteles” no fue en realidad sino un acto en el que los representantes de esas organizaciones tomaron nota del ofrecimiento del gobierno espurio de detener sus políticas de provocación y hostigamiento, demandadas por la administración Bush, y que Calderón asumió como la estrategia central de su “gobierno” para forjarse una imagen y ocultar tanto su ilegitimidad como su ineptitud. La supuesta “guerra contra el narco” no fue otra cosa que la utilización de las fuerzas armadas en una burda injerencia en el mercado para favorecer a unos contra otros y hacer prevalecer los intereses en el negocio de la coalición de grupos en el poder.
3. La decisión habría sido comunicada por Genaro García Luna (titular de la SSP) al zar antidrogas estadunidense, el general Barry McCaffrey, en una reunión a puerta cerrada en Ixtapan de la Sal del 5 al 7 de diciembre, en la que participó entre otros Juan Rebolledo Gout, vicepresidente del Grupo México, como representante de Salinas, el artífice de la nueva política (Milenio Diario, 17 de enero), y ahí se suscitaron las vociferaciones de McCaffrey, quien argumentó que México estaba al borde de convertirse en un narcoestado si el nuevo gobierno de Barack Obama no mantenía las mismas políticas.
4. El ala dura de Washington ha intensificado sin embargo sus presiones desde entonces, en alianza abierta con grupos de la ultraderecha mexicana no conformes con el golpe de timón, y de ambos lados de la frontera se ha intensificado la campaña contra México, multiplicándose aquí y allá las declaraciones sobre el “Estado fallido”, y reclamando una intervención de Washington en materia de seguridad. A eso y no a otra cosa obedece que Azteca y Televisa hayan tornado sus espacios informativos en una larga nota roja donde se amalgaman asaltos, secuestros y homicidios con la “lucha contra el narco”.
5. El viraje radical de la política oficial obedece sin duda a una serie de factores que pesaron en la decisión impuesta a Calderón contra su voluntad: a) el profundo malestar en las fuerzas armadas mexicanas, cuya oficialidad se sabía utilizada para hacer prevalecer ciertos intereses en el negocio; b) el fracaso en el otoño de John McCain para apoderarse de la Casa Blanca y la consiguiente pérdida de poder de los halcones del Pentágono; c) la eliminación de la política nacional del traficante de influencias Juan Camilo Mouriño, que le generó a Calderón un shock nervioso que lo afecta profundamente, y d) la consiguiente imposición de Gómez Mont en Bucareli y de Mena Bravo en Los Pinos como dos figuras claves que están cercando a un Calderón que sigue perdiendo espacios claves de su escaso poder, a lo que se aúna e) la viva crítica nacional e internacional, en particular de organizaciones defensoras de derechos humanos, así como f) las desastrosas consecuencias de las políticas de violencia de Calderón en la economía y la vida social de México y, por si fuera poco, g) el temor del panismo a perder las elecciones legislativas.
6. La reacción más significativa ha sido sin duda la de las fuerzas armadas mexicanas, que habían venido siendo utilizadas por Calderón para crear un escenario de caos en función de sus intereses. Javier Ibarrola, una de las plumas verde olivo, sin ocultar la indignación de la oficialidad y recordar que las fuerzas armadas deberían actuar “como último recurso”, advertía el día 28 en Milenio Diario que los civiles no podrían ya en el futuro “utilizar la Constitución como un trapo de cocina” y hacer de México un “Estado fallido y sin control”, porque, afirma, el Ejército tiene como una de sus misiones históricas “mantener el imperio de la Constitución”. Y aunque se ufanaba de las tres nuevas zonas militares, porque según él otra de sus tareas es recuperar “el control del territorio”, resulta claro que se está dando un paso atrás en relación con la fallida estrategia.
7. La situación no debe, sin embargo, malinterpretarse. La supuesta guerra ha sido un momento clave de la estrategia seguida por la “clase política” para profundizar el desmantelamiento de las instituciones creadas por la Constitución de 1917, esa obsesión histórica de la ultraderecha panista, que la vincula al proyecto de la tecnocracia del PRI y de los republicanos de Estados Unidos, y al no haber conducido más que a un verdadero desastre nacional se ha detenido, pero no se ha abandonado del todo.
8. Calderón ha perdido buena parte de su escaso poder de mando, y en lo inmediato no podrá ya utilizarlo para quebrantar por esa vía la seguridad jurídica, violentar el régimen federal y la autonomía municipal y encubrir las acciones ilegales de él y de sus colaboradores, pero el poder de Carlos Salinas de Gortari continúa siendo determinante, el proyecto neoliberal sigue siendo la guía del gobierno de facto y muchos panistas y priístas harán lo posible por insistir en las fracasadas políticas.
9. No debe sorprender, por eso, que en un momento histórico formidable, en el que varios jefes de gobierno latinoamericanos acuden al Foro Social Mundial de Belem (Brasil) –que en sus orígenes era un espacio restringido a la sociedad– para defender la necesidad de un nuevo proyecto histórico, un Calderón derrotado en todas sus políticas vaya lastimosamente al Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), el foro de la derecha neoliberal, y como un traidor a México preconice las “oportunidades” de la reforma energética de México para el capital trasnacional, a sabiendas de que miente (La Jornada, martes 27).
10. La crisis financiera y económica está siendo utilizada por los gobiernos occidentales no para terminar con el modelo del capitalismo neoliberal, sino para volver a ponerlo en pie, y las amenazas sobre la soberanía y la seguridad de la nación sigue siendo muy graves. De ahí que se multipliquen en el país las voces reclamando la renuncia de Felipe Calderón.
2. El “pacto entre los cárteles” no fue en realidad sino un acto en el que los representantes de esas organizaciones tomaron nota del ofrecimiento del gobierno espurio de detener sus políticas de provocación y hostigamiento, demandadas por la administración Bush, y que Calderón asumió como la estrategia central de su “gobierno” para forjarse una imagen y ocultar tanto su ilegitimidad como su ineptitud. La supuesta “guerra contra el narco” no fue otra cosa que la utilización de las fuerzas armadas en una burda injerencia en el mercado para favorecer a unos contra otros y hacer prevalecer los intereses en el negocio de la coalición de grupos en el poder.
3. La decisión habría sido comunicada por Genaro García Luna (titular de la SSP) al zar antidrogas estadunidense, el general Barry McCaffrey, en una reunión a puerta cerrada en Ixtapan de la Sal del 5 al 7 de diciembre, en la que participó entre otros Juan Rebolledo Gout, vicepresidente del Grupo México, como representante de Salinas, el artífice de la nueva política (Milenio Diario, 17 de enero), y ahí se suscitaron las vociferaciones de McCaffrey, quien argumentó que México estaba al borde de convertirse en un narcoestado si el nuevo gobierno de Barack Obama no mantenía las mismas políticas.
4. El ala dura de Washington ha intensificado sin embargo sus presiones desde entonces, en alianza abierta con grupos de la ultraderecha mexicana no conformes con el golpe de timón, y de ambos lados de la frontera se ha intensificado la campaña contra México, multiplicándose aquí y allá las declaraciones sobre el “Estado fallido”, y reclamando una intervención de Washington en materia de seguridad. A eso y no a otra cosa obedece que Azteca y Televisa hayan tornado sus espacios informativos en una larga nota roja donde se amalgaman asaltos, secuestros y homicidios con la “lucha contra el narco”.
5. El viraje radical de la política oficial obedece sin duda a una serie de factores que pesaron en la decisión impuesta a Calderón contra su voluntad: a) el profundo malestar en las fuerzas armadas mexicanas, cuya oficialidad se sabía utilizada para hacer prevalecer ciertos intereses en el negocio; b) el fracaso en el otoño de John McCain para apoderarse de la Casa Blanca y la consiguiente pérdida de poder de los halcones del Pentágono; c) la eliminación de la política nacional del traficante de influencias Juan Camilo Mouriño, que le generó a Calderón un shock nervioso que lo afecta profundamente, y d) la consiguiente imposición de Gómez Mont en Bucareli y de Mena Bravo en Los Pinos como dos figuras claves que están cercando a un Calderón que sigue perdiendo espacios claves de su escaso poder, a lo que se aúna e) la viva crítica nacional e internacional, en particular de organizaciones defensoras de derechos humanos, así como f) las desastrosas consecuencias de las políticas de violencia de Calderón en la economía y la vida social de México y, por si fuera poco, g) el temor del panismo a perder las elecciones legislativas.
6. La reacción más significativa ha sido sin duda la de las fuerzas armadas mexicanas, que habían venido siendo utilizadas por Calderón para crear un escenario de caos en función de sus intereses. Javier Ibarrola, una de las plumas verde olivo, sin ocultar la indignación de la oficialidad y recordar que las fuerzas armadas deberían actuar “como último recurso”, advertía el día 28 en Milenio Diario que los civiles no podrían ya en el futuro “utilizar la Constitución como un trapo de cocina” y hacer de México un “Estado fallido y sin control”, porque, afirma, el Ejército tiene como una de sus misiones históricas “mantener el imperio de la Constitución”. Y aunque se ufanaba de las tres nuevas zonas militares, porque según él otra de sus tareas es recuperar “el control del territorio”, resulta claro que se está dando un paso atrás en relación con la fallida estrategia.
7. La situación no debe, sin embargo, malinterpretarse. La supuesta guerra ha sido un momento clave de la estrategia seguida por la “clase política” para profundizar el desmantelamiento de las instituciones creadas por la Constitución de 1917, esa obsesión histórica de la ultraderecha panista, que la vincula al proyecto de la tecnocracia del PRI y de los republicanos de Estados Unidos, y al no haber conducido más que a un verdadero desastre nacional se ha detenido, pero no se ha abandonado del todo.
8. Calderón ha perdido buena parte de su escaso poder de mando, y en lo inmediato no podrá ya utilizarlo para quebrantar por esa vía la seguridad jurídica, violentar el régimen federal y la autonomía municipal y encubrir las acciones ilegales de él y de sus colaboradores, pero el poder de Carlos Salinas de Gortari continúa siendo determinante, el proyecto neoliberal sigue siendo la guía del gobierno de facto y muchos panistas y priístas harán lo posible por insistir en las fracasadas políticas.
9. No debe sorprender, por eso, que en un momento histórico formidable, en el que varios jefes de gobierno latinoamericanos acuden al Foro Social Mundial de Belem (Brasil) –que en sus orígenes era un espacio restringido a la sociedad– para defender la necesidad de un nuevo proyecto histórico, un Calderón derrotado en todas sus políticas vaya lastimosamente al Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), el foro de la derecha neoliberal, y como un traidor a México preconice las “oportunidades” de la reforma energética de México para el capital trasnacional, a sabiendas de que miente (La Jornada, martes 27).
10. La crisis financiera y económica está siendo utilizada por los gobiernos occidentales no para terminar con el modelo del capitalismo neoliberal, sino para volver a ponerlo en pie, y las amenazas sobre la soberanía y la seguridad de la nación sigue siendo muy graves. De ahí que se multipliquen en el país las voces reclamando la renuncia de Felipe Calderón.
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