Confianza
Roberto Zamarripa
27 Abr. 09
"La gente estaba molesta y se manifestaba a las afueras de los centros de salud y hospitales móviles, exigiendo atención médica y advirtiendo sobre el creciente número de muertos por influenza en tan sólo unas horas... Pero no había vacunas, pues el virus llevaba apenas días de existir, y la fabricación de una vacuna tardaría al menos cuatro meses en producirse".
No es un relato de abril del 2009 sino de octubre del 2006, sobre un simulacro de la Secretaría de Salud federal. (Nota de Silvia Garduño. Reforma, 11/10/06). El gobierno de entonces preveía que en caso de una pandemia de influenza había que instalar hospitales móviles, desplegar brigadas médicas y desarrollar intensas estrategias de información.
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En el poblado de La Gloria, Veracruz, fronterizo con Puebla, fueron detectados en marzo pasado centenas de casos atípicos de neumonía que provocaron la muerte de dos niños. Ayer se confirmó ahí un caso de influenza porcina de la cepa H1N1 en un niño, al parecer estable.
Hace años que pobladores de esa comunidad veracruzana fronteriza con Puebla han reclamado la aplicación de medidas de protección ambiental en Granjas Carroll, una empresa porcícola, ubicada en La Gloria, que, conforme las denuncias, carece de control de sus desechos y ha contaminado mantos freáticos provocando daños a la salud de la comunidad.
Los gobiernos de Veracruz y Puebla han optado por reprimir a los dirigentes de las protestas ambientalistas antes que atender la contaminación generada por el descontrol de desechos porcícolas.
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El secretario de Salud, José Angel Córdova, dice que la crisis estalló el 13 de abril aunque desde el primer día de este mes ya había reportes oficiales de casos que derivaron en seis muertes en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), como consignó la reportera Margarita Vega (Reforma, 25/04/09).
La alerta nacional al sistema de salud vino dos semanas después, apenas dejó el país Barack Obama. Tanto el gobierno federal como el capitalino arguyen que la confirmación de que había un virus de influenza porcina de la cepa H1N1 se tuvo hasta las cinco de la tarde del jueves 23 de abril y por eso hasta entonces se anunciaron las medidas emergentes. Es decir, a la población se le avisó tres semanas después de las primeras muertes.
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La comunicación gubernamental de la emergencia hacia la sociedad ha sido errática. Durante la reunión nacional de Salud del pasado viernes 24, algunos participantes criticaron la tardanza en la alerta y las medidas contradictorias como cerrar los partidos de futbol pero no las funciones de cines y teatros. También se cuestionó la ausencia de epidemiólogos -cuya élite mexicana es muy reconocida- en el diseño de estrategias de emergencia.
A la virulencia real, la influenza porcina, le acompaña una virulencia mediática, que provoca parálisis. Brindar información o hacer transparente la emergencia, suponen los "estrategas", provoca pánico. Y bajo esa divisa, todos escamotean los datos. Los gobiernos estatales no dicen su verdad para evitar ser señalados como irresponsables y el gobierno federal titubea en la difusión del problema.
El gobernante exalta "la madurez del ciudadano" frente a la emergencia, lo que es dar por sentado que había dudas sobre su reacción frente a la crisis.
Madurez existe, lo que falta es orientación e información. La confianza de la gente va de la mano de la transparencia en la información.
Es correcto convocar a quienes padezcan síntomas de la influenza a que acudan a los centros de salud. También simultáneamente pueden desplegarse en las calles y comunidades grupos de médicos -sobrarían voluntarios- para auxiliar en la diseminación de mensajes de tranquilidad y en auscultación de los ciudadanos. Las redes sociales de internet han tomado también la palabra y es ahí donde se han difundido consejos y preocupaciones. Foros y medios existen. Falta el uso creativo y responsable de los gobernantes. Cuando el terremoto de 1985, la Ciudad de México mostró una enorme vitalidad, tanto que desbordó la parálisis gubernamental. Ahora el gobierno debe apoyarse en la sociedad, dar la cara sin miedo, y la población confiar en un gobierno que le oriente. A cooperar.
No es un relato de abril del 2009 sino de octubre del 2006, sobre un simulacro de la Secretaría de Salud federal. (Nota de Silvia Garduño. Reforma, 11/10/06). El gobierno de entonces preveía que en caso de una pandemia de influenza había que instalar hospitales móviles, desplegar brigadas médicas y desarrollar intensas estrategias de información.
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En el poblado de La Gloria, Veracruz, fronterizo con Puebla, fueron detectados en marzo pasado centenas de casos atípicos de neumonía que provocaron la muerte de dos niños. Ayer se confirmó ahí un caso de influenza porcina de la cepa H1N1 en un niño, al parecer estable.
Hace años que pobladores de esa comunidad veracruzana fronteriza con Puebla han reclamado la aplicación de medidas de protección ambiental en Granjas Carroll, una empresa porcícola, ubicada en La Gloria, que, conforme las denuncias, carece de control de sus desechos y ha contaminado mantos freáticos provocando daños a la salud de la comunidad.
Los gobiernos de Veracruz y Puebla han optado por reprimir a los dirigentes de las protestas ambientalistas antes que atender la contaminación generada por el descontrol de desechos porcícolas.
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El secretario de Salud, José Angel Córdova, dice que la crisis estalló el 13 de abril aunque desde el primer día de este mes ya había reportes oficiales de casos que derivaron en seis muertes en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), como consignó la reportera Margarita Vega (Reforma, 25/04/09).
La alerta nacional al sistema de salud vino dos semanas después, apenas dejó el país Barack Obama. Tanto el gobierno federal como el capitalino arguyen que la confirmación de que había un virus de influenza porcina de la cepa H1N1 se tuvo hasta las cinco de la tarde del jueves 23 de abril y por eso hasta entonces se anunciaron las medidas emergentes. Es decir, a la población se le avisó tres semanas después de las primeras muertes.
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La comunicación gubernamental de la emergencia hacia la sociedad ha sido errática. Durante la reunión nacional de Salud del pasado viernes 24, algunos participantes criticaron la tardanza en la alerta y las medidas contradictorias como cerrar los partidos de futbol pero no las funciones de cines y teatros. También se cuestionó la ausencia de epidemiólogos -cuya élite mexicana es muy reconocida- en el diseño de estrategias de emergencia.
A la virulencia real, la influenza porcina, le acompaña una virulencia mediática, que provoca parálisis. Brindar información o hacer transparente la emergencia, suponen los "estrategas", provoca pánico. Y bajo esa divisa, todos escamotean los datos. Los gobiernos estatales no dicen su verdad para evitar ser señalados como irresponsables y el gobierno federal titubea en la difusión del problema.
El gobernante exalta "la madurez del ciudadano" frente a la emergencia, lo que es dar por sentado que había dudas sobre su reacción frente a la crisis.
Madurez existe, lo que falta es orientación e información. La confianza de la gente va de la mano de la transparencia en la información.
Es correcto convocar a quienes padezcan síntomas de la influenza a que acudan a los centros de salud. También simultáneamente pueden desplegarse en las calles y comunidades grupos de médicos -sobrarían voluntarios- para auxiliar en la diseminación de mensajes de tranquilidad y en auscultación de los ciudadanos. Las redes sociales de internet han tomado también la palabra y es ahí donde se han difundido consejos y preocupaciones. Foros y medios existen. Falta el uso creativo y responsable de los gobernantes. Cuando el terremoto de 1985, la Ciudad de México mostró una enorme vitalidad, tanto que desbordó la parálisis gubernamental. Ahora el gobierno debe apoyarse en la sociedad, dar la cara sin miedo, y la población confiar en un gobierno que le oriente. A cooperar.
Correo electrónico: tolvanera 06@yahoo.com.mx
kikka-roja.blogspot.com/
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